¿Qué hacer cuándo una persona con cáncer no tiene apetito?
26 Mayo 2020
Madrid
Dr. Luis Miguel Luengo Pérez.
Médico especialista en Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Badajoz.
Debido a efectos secundarios del tratamiento o a la propia enfermedad, es frecuente que las personas con cáncer experimenten una disminución del apetito.
En este caso, en el que el volumen de alimentos que se toman a lo largo del día es bajo, lo recomendable es elegir alimentos de mayor densidad energética y de proteínas (que contienen más calorías y proteínas a igual peso de alimento) frente a otros de menor densidad. Tomar lácteos enteros en lugar de desnatados, quesos en lugar de leche, purés y cremas en lugar de caldos y sopas, o utilizar, a la hora de enriquecer los platos, nata, aceite, cremas, salsas y guarniciones de patata, guisantes, arroz o pasta en lugar de hortalizas y verduras. Ya que la cantidad de alimentos que se toma es menor, seleccionar siempre la versión que más nutrientes aporta es lo más recomendable.
Los caldos y las sopas en concreto, aunque se deban evitar en las comidas, no tienen por qué eliminarse de la dieta ya que puede ser interesante utilizarlas entre las mismas como fuente de agua y sales.
En ocasiones también puede ocurrir que el apetito de una persona que está pasando por un tratamiento de cáncer se haya vuelto selectivo, provocando que tome bien algunos alimentos, pero que rechace otros, como ocurre por ejemplo con el rechazo a la carne que se produce en algunos pacientes con tumores del tubo digestivo.
En este caso, es necesario adaptarse a los cambios y seleccionar los alimentos que más apetezcan sin dejar de tomar los que no apetezcan. Una forma de hacerlo es camuflaros. Por ejemplo, en el caso del rechazo a la carne, que es la principal fuente dietética de hierro absorbible y de vitamina B12, en lugar de cocinarla a la plancha o al horno se puede preparar en forma de croquetas, puddings o incluso empanadas. Si esto no funciona, porque el rechazo afecta también al alimento camuflado, entonces (y solo entonces) se debe sustituir por otro del mismo grupo de alimentos para tratar de evitar así que el aporte de nutrientes difiera lo menos posible. La carne, por ejemplo, se puede sustituir por productos cárnicos, pescados y huevos.
En otras ocasiones lo que ocurre es que el apetito varía a lo largo del día, siendo típico que sea mayor la primera parte del día que la segunda. En este caso la clave de la estrategia a seguir también está en adaptarse a esta situación e incrementar más la densidad energética y proteica de los alimentos o platos que se van a tomar en el desayuno, a media mañana y comida, ya que seguramente durante la merienda y la cena se va a comer muy poco.
En otros pacientes, más que una pérdida de apetito continua, lo que sucede es que, aunque empiezan comiendo con apetito se sienten satisfechos pronto. En este caso, aumentar el número de tomas a lo largo del día disminuyendo la cantidad de alimento en cada una de ellas, pero incrementando su densidad energética, es lo más recomendable. También es conveniente comer primero los alimentos proteicos (carnes, pescados, huevos y lácteos) y dejar para después el resto.
En cualquiera de estos casos es muy importante no olvidar preparar los platos de una manera atractiva desde el punto de vista sensorial: a través de presentación, de los olores y los sabores. El color de los ingredientes, cómo están colocados y el olor que desprenden son fundamentales para que un plato sea apetecible sin probarlo.
Un montón de recomendaciones nutricionales, artículos y consejos para cuidar de tus pacientes.
saber más