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Geriatría

Cómo mantener una hidratación adecuada en las personas mayores: factores de riesgo y recomendaciones principales

Lunes, Junio 12, 2023
Dr. Roberto Petidier
Geriatra en el Hospital Universitario de Getafe

 

La protección de la población anciana con el fin de alcanzar mayores cotas de calidad de vida pasa indefectiblemente por promocionar de forma proactiva estilos de vida saludables. La correcta hidratación del organismo es con frecuencia un área poco “visible”, pero especialmente sensible para los adultos mayores, determinado por su mayor vulnerabilidad a sufrir de forma rápida las deletéreas consecuencias de un mal estado de hidratación. La prevención por tanto alcanza aquí, como en otros aspectos relacionados con la salud de este estrato poblacional, un papel primordial, debiéndose hacer énfasis en la educación de los propios interesados, así como de los familiares, cuidadores y agentes sanitarios que puedan intervenir en el cuidado, más allá de las campañas estivales destinadas a prevenir las “olas de calor”. Esto es especialmente remarcable entre aquellos individuos que además de ser añosos acumulan importantes déficits cognitivos, sensoriales o funcionales, o cuando atesoran situaciones de importante multimorbilidad y/o polifarmacia.

Cambios fisiológicos en el metabolismo del agua con el envejecimiento

En los adultos mayores el agua constituye entre el 45 y el 65% del peso corporal (50% en las mujeres conforme avanza la edad). Dos tercios del agua corporal total (ACT) son intracelulares, predominantemente en el tejido magro; del tercio restante, extracelular, el 25% es intravascular y representa solo el 8% del ACT, mientras que el resto se encuentra en el espacio intersticial. El líquido intracelular y extracelular se encuentran en equilibrio osmótico gracias a los desplazamientos del agua a través de las membranas celulares en respuesta a las alteraciones de la osmolalidad, entre cuyos principales determinantes se sitúan el sodio, la glucosa y la urea.

El agua tiene un papel clave en el mantenimiento de múltiples funciones fisiológicas:

o     Transporte/disolvente de fluidos orgánicos
o     Lubricante de tejidos y articulaciones
o     Metabolismo celular y eliminación de toxinas y deshechos
o     Termorregulación
o      Defensa de infecciones

Con el envejecimiento se producen algunos cambios fisiológicos relevantes que provocan una mayor susceptibilidad de sufrir deshidratación:

o    Disminución de la ACT por transformación de tejidos ricos en agua (como el músculo) en tejidos más pobres en ella, como tejido graso, tejido conectivo y huesos.
o    Disminución de la sensación de sed, que va a determinar una menor ingesta de líquidos, y conlleva la pérdida de la principal defensa frente a la hiperosmolalidad. Los adultos mayores parecen tener un punto de ajuste osmolar más alto respecto a los jóvenes (valores superiores a 292 mOsm/Kg).
o    Disminución de la función renal, y por tanto de la capacidad de retener agua y sodio, causada por una menor tasa de filtración glomerular, por bajos niveles de renina y aldosterona y/o disminución de la sensibilidad del riñón a la hormona antidiurética. La reserva funcional del sistema neurohipotálamo-pituitario-renal está limitada, y al tener respuestas lentas e incompletas, hacen que el individuo adulto mayor pueda sufrir anomalías en el balance hídrico en situaciones de stress  fisiológico extremo.

Deshidratación: definición y factores de riesgo

El término “deshidratación” se refiere al déficit de agua intracelular como consecuencia de un trastorno del metabolismo del agua y de un estado de hipertonicidad. Es el trastorno hidroelectrolítico más frecuente en el adulto mayor y se asocia a alta mortalidad. Entre los factores de riesgo que pueden provocarla con mayor facilidad, se pueden encontrar los inherentes a la condición de la persona y los de índole externa. 

•    Factores intrínsecos: 

o    Edad > 85 años 
o    Sexo femenino
o    Situación de soledad 
o    Baja sensibilización de cuidadores
o    Presencia de síntomas agudos como vómitos, diarrea o fiebre 
o    Toma de medicamentos como diuréticos, laxantes o fenitonía

•    Factores extrínsecos: 

o    Ejercicio físico intenso 
o    Temperatura ambiental alta 
o    Ingesta de alcohol 
o    Deterioro cognitivo
o    Déficit físico severo/encamamiento 
o    Presencia de quemaduras o infecciones 
o    Situaciones de post-cirugía

Los signos y síntomas clínicos de la deshidratación en este grupo etario pueden ser difíciles de reconocer y, generalmente, tienen baja sensibilidad y especificidad, por lo que es difícil llegar al diagnóstico. Entre los principales a tener en cuenta destacan:

  • 1.   Sequedad de piel y mucosas.
  • 2.   Cambio en el peso corporal (sobre todo pérdidas superiores al 4% en 7 días).
  • 3.   Síntomas y signos de sistema nervioso central: presentes ya con pérdida del 1% de peso corporal total, y muy evidentes cuando la pérdida es del 5%. Los signos más precoces son somnolencia, debilidad, irritabilidad, cefalea y mareo. Destacar los cuadros confusionales por disminución del volumen intracelular cerebral, y en pacientes con demencia la posibilidad de que facilite la aparición de alucinaciones, delirios, ansiedad y agitación.
  • 4.   Signos cardiovasculares: como la hipotensión ortostática y la taquicardia.
  • 5.   Otros: sensación de sed, lenguaje menos inteligible, disminución de la diuresis u orina concentrada, estreñimiento.

 

Recomendaciones de hidratación

o    Las necesidades basales de ingesta de líquidos diarios son de 30-35 ml/kilo de peso y día, o 1-1.5 ml/caloría ingerida, lo que equivale a 2000-2500 ml/día, unos 8-12 vasos.
o    En situaciones de estrés  (aumento de temperatura ambiental, problemas digestivos con diarrea y/o vómitos, o problemas de salud con aumento de la frecuencia respiratoria) o de aumento de las necesidades de líquidos (fiebre, ejercicio físico, sudoración), se debe aumentar la ingesta de líquidos diarios incluso hasta los 3500 ml/día.
o    La ingesta debe hacerse gradualmente durante el día, de forma más reforzada en la mañana y tarde para evitar promocionar la incontinencia urinaria nocturna.
o    En cada comida debe ingerirse un vaso de agua para facilitar la ingestión de sólidos. Entre comidas tomar entre 4-6 vasos de agua fraccionados, a manera de una prescripción médica.
o    Además del agua, es oportuno facilitar la ingesta de otros líquidos adaptados a las apetencias individuales: leche, zumos, infusiones, tisanas, caldos, sopas, gelatinas. Se recomienda el consumo de bebidas isotónicas, no superando su contenido de hidratos de carbono del 12% para no interferir con la absorción del líquido.
o    En épocas estivales promocionar la toma de alimentos ricos en agua: leche, yogur, verduras, sandía, melón, fresas, zumos. También conviene buscar sabores fuertes con uso de edulcorantes, lima o limón.
o    En los casos de disfagia es importante administrar agua fría espesada o en textura gel, utilizando vasos adaptados de doble asa, o de borde recortado para situaciones de dificultad de aspirado con pajita. Es importante diferenciar el agua espesada (utilizando espesantes preparados para ello) de la gelatina comercial que no está preparada para disfagia, ya que ésta última fluye en la boca transformándose en líquida y ocasionando más riesgo de disfagia. 
o    Las restricciones de ingesta líquidas solo tienen cabida en casos concretos de problemas de salud como insuficiencia cardiaca o renal severas.
o    La ingesta de líquidos al levantarse por la mañana en ayunas (vaso y medio de forma gradual en 10-15 minutos) produce efecto beneficioso sobre la movilidad intestinal (evitando estreñimiento) y efecto diurético de arrastre (unos 20-30 minutos después de llevarla a cabo).

Es absolutamente sensibilizar tanto a los adultos mayores como a los cuidadores y los agentes de salud que los atienden, sobre la importancia de mantener un buen estado de hidratación, con una correcta ingesta de líquidos diarios. Tan es así que a nivel de centros residenciales, donde se manejan adultos mayores con alta carga de morbilidad, dependencia física severa y deterioro cognitivo avanzado, el uso de programas o protocolos específicos de hidratación, se considera un indicador de calidad asistencial.

Los miembros del Dehydration Council de EE.UU. han desarrollado una herramienta simple de detección de riesgo de deshidratación utilizando la regla nemotécnica “DEHYDRATIONS”, adaptado por autores españoles a “DESHIDRATADO”, que se expone en el siguiente cuadro:

Regla nemotécnica “DESHIDRATADO”

D    Drogas (fármacos, p.ej diuréticos)
E    Ennegrecimiento de la orina
   Sequedad de axila
H    Hipertermia (fiebre)
I    Incontinencia (temor a)
   Desvanecimiento o mareo (ortostatismo)
R    Reducción de la ingesta oral
A    Aumento de la frecuencia cardiaca
T    Terminalidad (situación de)
A    Alteración de la deglución (problemas orales)
D    Delirium
O    Ojos hundidos

 

Bibliografía

Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), Sociedad Madrileña de Geriatría y Gerontología (SMGG), Sociedad Española de Médicos de Residencias (SEMER), Cátedra de Geriatría Universidad Complutense de Madrid. Documento de consenso sobre recomendaciones de bebida e hidratación para la población española. Nutr Clin Diet Hosp 2008;28(2):3-19.

Hidratación y salud. Guía de buena práctica clínica en Geriatría. Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Madrid 2011. Morley JE. Dehydration, Hypernatremia, and hyponatremia. Clin Geriatr Med 2015;31:389-399.

González Guerrero JL, Alonso Fernández T, Mohedano Molano J. El anciano con deshidratación. En: Abizanda Soler P, Rodríguez Mañana L. Tratado de Medicina Geriátrica, 2ª ed. Elsevier, Barcelona 2020- Pag. 808-817.
 

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